La aventura empieza hace un año más o menos cuando Javier Martinez me habla por primera vez de esta cumbre que yo no conocía. Me contagia su entusiasmo fácilmente. A partir de ese momento somos dos compartiendo un mismo sueño y meses después Jesús March, un montañero fundador del club Masbloc Mas de Valencia y amigo nuestro nos hace saber que desde hace tiempo tiene también esta ilusión. Ahora somos tres cruzando los dedos, sólo falta entrenar, esperar que pasen pronto los meses y que llegue el verano.
Dicen que cuando los dioses quieren castigarnos, escuchan nuestras súplicas. Yo no sé por qué pero nuestras súplicas son escuchadas y a finales de Julio, allí estamos los tres en Cauterets, con pronóstico de buen tiempo preparando el material para hacer la vía. Al día siguiente subiremos al refugio d’Oulettes de Gaube y dentro de dos días confiamos en hacer cumbre y vivaquear bajo las estrellas. Lo planeamos así. Aunque existen otras soluciones, nosotros estábamos de acuerdo en que era la mejor manera de jugar nuestras cartas.
El día de salida, Dejamos el coche en Pont d’Espagne y de allí ya partimos andando hacia el refugio d’Oulettes. La subida es suave y agradable pese al peso de las mochilas gracias a que luce un magnífico día y el paisaje es impresionante. Tal y como avanzamos, tenemos la oportunidad de visualizar nuestro objetivo. Cada vez estamos más cerca, cada vez estamos más impresionados, por lo menos yo. Nos acostamos esa noche pensando en la vía, por lo menos yo y por lo menos yo, apenas duermo.
Amanece y el día importante ha llegado. Aún hay vuelta atrás pero todos seguimos adelante con el plan. La hora exacta de salida no la recuerdo bien. Las 4 o las 5 de la mañana. Hora de desayunar porque después hay que prepararse para empezar.
Casi de inmediato a la salida del refugio, toca ponerse los crampones. Una cuesta de nieve se levanta ante nuestros ojos hasta el inicio de la vía. Bastante cerca a nuestras espaldas los seracs rompen. El estruendo impresiona pero no tiene que ver con nosotros pues no nos alcanzan y seguimos nuestro rumbo.
La llegada a pie de vía tiene sorpresa. La rimaya es más amplia de lo que habíamos imaginado e impactante. Nos hace dudar unos segundos antes de saltar. Bueno, a mí me hace dudar algo más pero es requisito previo para hacer la vía así que toca saltar sin más. Ese justo instante en el que estamos los tres ya metidos en la pared es importante porque en ese momento ya no hay vuelta atrás. Los tres sabemos que como sea, hemos de acabar la vía llegando hasta la cumbre.
En los primeros largos, la orientación se hace complicada aunque esta va a ser la tónica de la vía. Si encontramos un seguro: clavo, cordino polloso…lo que sea, lo celebramos pues confirma que nuestro camino es el correcto pero no hay muchas celebraciones. Hay una pista más que nos ayuda a orientarnos. La vía empieza en un punto donde hay una veta de ofita verde al lado del corredor de Gaube. La ofita la iremos encontrando a lo largo de la vía en algunos puntos y es otra señal de que progresamos adecuadamente. Javi Martinez empieza estos largos. Más adelante Jesús March tomará el relevo.
Mientras subimos por la vía, llega un momento en que Javi con quien comparto comida tiene hambre. Yo era la responsable de llevar una cantidad de provisiones pero al buscar en mi mochila, no aparecen. Vaya, parece que tenemos un problema de gestión de recursos. Supongo que Javi, en ese momento piensa en cortarme la cuerda pero es un compañero generoso y aunque me echa una mirada asesina no dice nada y me da parte de su pequeño bocadillo. Nada más comeremos durante el día. Poco podemos beber.
En el último largo y casi saliendo de la vía nos alcanza la noche. Un poco antes de lo planeado, sólo un poco pero la oscuridad hace que parezca que falta mucho y todo se vuelve difícil. Lo que iba a ser un largo se convierte en dos. Hace mucho frío y sopla el viento. Me cuerdo de mi perra Agu y pienso en lo agradable y calentito que sería poder abrazarla tan peludita en ese momento.
Cuando por fin llegamos a cumbre enseguida nos sentimos seguros. Allí hay un vivac ya construido de piedra. La noche ya no nos molesta. Ahora me parece romántica. Estamos preparados para estar allí. Así lo habíamos planeado. Ropa, mantas térmicas, agua y la comida que horas antes no encontré se hace ahora visible en mi mochila. Llevo tantas barritas y dulces que aquello parece una fiesta. Nos ponemos las botas. Incluso tengo tigretones para celebrar la cumbre.
De vez en cuando miro al cielo, estoy segura de que nunca he visto tantas estrellas. Me acuerdo una vez más de algunas frases estupendas de Walt Whitman que tantas veces he citado: “Yo no hablo del principio y del fin. Jamás hubo otro principio que el de ahora, ni más juventud o vejez que las de ahora, Y nunca habrá otra perfección que la de ahora, ni más cielo o infierno que éstos de ahora.”
Mañana saldrá el sol y nosotros privilegiados lo contemplaremos desde lo alto. Sabemos que el descenso es largo pero sencillo. No perderemos la oportunidad de disfrutar todo el camino.
Seguro que en vivo y directo una tapia como esta y su entorno impresionan más de lo que parece viéndola desde nuestro sofá.
Enhorabuena por la actividad. Una gran clásica que muchos tenemos en cartera y esperando el momento de…